Aprendan la lección. Abastezcan sus bibliotecas personales con el único dispositivo que permita su hundimiento y su reflotamiento a voluntad.
Así, supongamos que después de no sé qué lectura hay llanto en sus corazones como lluvia sobre la ciudad, o que por el contrario se sienten afiebrados y embotados a la vez como por un golpe de calor...
La verdad que este año me dediqué bastante a abastecer mi biblioteca.
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