Un artista sabe que no hay belleza sin forma pero también que la forma de la belleza
depende del ideal de una cultura. El artista trasciende -parcial y momentáneamente- el dilema,
añadiendo un factor: no hay belleza sin mirada.
Es natural que un artista privilegie a la mirada.
Pero un gran artista no invita sólo a mirar sino a imaginar.
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